sábado, 5 de diciembre de 2009

Nueva York

Un mes en Nueva York no es poco. Por lo menos es suficiente para poder ver algunas cuantas cosas más que el ojo apurado del turista, que normalmente pasa por esta ciudad apenas una semana, generalmente no ve.


Lo que más me gustó de este viaje fue que hice muchos nuevos amigos, la mayoría cubanos.

La política más abierta entre los EE. UU. y Cuba se siente. Hay muchos cubanos llegados hace poco a Norteamérica - digamos que desde hace cinco años.
A diferencia de los que llegaron en los primeros años de la revolución, a principios de la década de 1960, éstos, si bien son cubanos, son 'otros' cubanos. Porque éstos que están llegando más cercanamente vivieron mucho, tal vez demasiado, del sistema comunista de Cuba.
Mis amigos son de los dos tipos de cubanos. Me llamó la atención cómo entre ellos no se dan cuenta de la gran diferencia que existe en sus historias. Sin embargo, el lazo con la nacionalidad, con la tierra, es tan grande, que esa diferencia se vuelve invisible, aunque siempre está.

Carmen, una de mis nuevas amigas, la entrañable Carmen, es una cubana sufrida que vivía en el campo en Cuba. Llegó a los EE. UU. hace poco más de un año, con su esposo, dejando todo atrás (incluso hijos y nietos). Por supuesto, pasó por México primero, y vaya uno a saber qué avatares habrá sufrido antes de llegar a parar a Nueva York. Para empezar 'perdió' su pasaporte. Cuesta imaginarlo, pero así es. Ahora ya está establecida en New Jersey, cruzando el Hudson, a un paso de Manhattan, donde trabaja como señora acompañante (algo que se usa bastante entre los hispanos - no sé porqué) y le acaban de dar la residencia.
Ahora está obsesionada con lograr que el resto de su familia vaya también a Nueva York.
Otra amiga, también cubana, pero venida aquí en los 60 (o sea que ya es bien norteamericana, aunque aún conserva el acento y algunas cuantas costumbres culinarias cubanas), me ha dicho que está segura de que Carmen vendió el pasaporte en México para conseguir dinero y un 'coyote' que la ayude a cruzar la frontera.
Todas estas cosas son muy comunes de escuchar en estos días en New Jersey - New York. Lo cual es bastante destacable, ya que antes eran cosas que se escuchaban en Texas, o Nuevo México, en Florida o en California... pero en Nueva York?! mmmm, nanana.

(Para aclarar un poco el tema de la geografía, quiero mencionar que New Jersey es a New York como el Gran Buenos Aires-Avellaneda a la Capital Federal. Se cruza el río nomás y ya está. Y todo el mundo desde NJ va a la gran manzana todas las mañanas a trabajar y vuelve a la tarde religiosamente en interminables caravanas de ómnibus - o guaguas, como les dicen aquí).

Carmen y yo, una tarde que andábamos por 'el Village'.


En el barrio de New Jersey donde estuve dos semanas, hay muchas colectividades de hispanos: colombianos, mexicanos, ecuatorianos, cubanos, dominicanos. No hay muchos puertorriqueños porque éstos están más bien en New York (en otros distritos de Nueva York como Queens, el Bronx). Es increíble cómo todas esas nacionalidades siendo tan diversas entre sí, sin embargo aquí son simplemente todos 'hispanos'.
Y sí que son diversas. Cada nacionalidad tiene sus propias comidas, su propia jerga, sus propias características. Pero para el estadounidense nativo común son tan solo 'hispanos'.
Me choca todo eso con lo de la protección de las minorías y el cuidado por la discriminación - considero que todo eso es una farsa.
El estadounidense común tiene poco interés en lo que concierne a las costumbres de estas nacionalidades y a diferencia de lo ocurrido en Argentina - donde los inmigrantes colmaron a los nativos con sus riquezas culturales (y también con sus defectos, por supuesto), es raro que se integren.
Para peor, el idioma español es tan fuerte, que es difícil que se logre una buena integración. En este barrio donde yo estaba hospedándome, casi no escuchaba hablar en inglés. Parecía otro país. Una mezcolanza latino-centroamericana.

La mesa preparada para festejar el Día de Acción de Gracias.

Otra cosa que me chocó fuerte fue el odio que hay entre esas comunidades. Unos odian a los otros por tal o cual particularidad del carácter, o simplemente porque sí. Y luego unos odian a los 'blancos' (refiriéndos a los norteamericanos nativos), otros odian a los negros (aunque no se puede decir la palabra negro - ¡Cuánta hipocresía, por Dios!)
Cada cual trata de vivir es este ghetto como si estuviera aún en su tierra natal... aunque en Nueva York tengan nieve y no tengan palmeras. Hacen de cuenta que eso no pasa.
Bueno, al fin y al cabo, en Argentina - y en toda Latinoamérica en general - seguimos festejando Navidad con turrones, frutas secas y pan dulce y con unas comilonas terribles, como si estuviéramos en pleno invierno!
Pero el tema del odio es grave. Bien grave.
A pesar de todo lo que pueda decirse, ¡qué contenta estoy de estar de vuelta en casa!

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