sábado, 28 de marzo de 2015

Parte II - Los Cuartitos de la casa de mis abuelos


El primero de los cuartitos, el que estaba contiguo a la cocina, era donde mi abuelo guardaba sus cosas, libros y papeles. Diarios, revistas, libros raros (todo lo que despertara su curiosidad, la mayoría de las veces cosas inútiles). Esto era porque mi abuelo era de esas personas con muy poca educación - creo que apenas tendría cumplida la escuela primaria - pero con muchas habilidades y oficios.
De modo que él no tenía un solo trabajo determinado. Hoy era pintor, mañana electricista, pasado trabajaba en la imprenta. Y era por esos trabajos en una imprenta que se llenaba de todos los libros, diarios y revistas que pudiera guardar.
Allí me metía yo, también apasionada por la lectura, muchas veces a escondidas porque mi abuelo era muy celoso de sus cosas, a husmear y leer todo lo que se me cruzara, desde libros de historietas hasta enciclopedias.
El cuartito no estaba tan desordenado como el de la foto, pero era bastante parecido.

Después de ese cuartito estaba el cuartito de las herramientas y luego el baño. La verdad es que no recuerdo bien si el baño estaba antes o después del cuartito de las herramientas; será porque era al que menos entraba. Mi abuelo lo cuidaba celosamente ya que allí guardaba todas sus herramientas, incluyendo los elementos para pintura, y tal vez era hasta peligroso que yo entrara allí a meter mis narices sin su supervisión para jugar.
El último de los cuartitos era el lavadero, el lugar más de mi abuela que de mi abuelo, claro. Los cuartitos y el baño estaban uno a continuación de otro, como un trencito, y todos daban al patio, con baldosas comunes, que terminaba justo antes del lavadero y continuaba con una porción de terreno bastante cuidada, con césped, plantas, flores y una pequeña parrilla.
Luego de este espacio verde continuaba el terreno, separado por un alambrado, y donde mis abuelos tenían, por supuesto, un gallinero, y muchos árboles frutales. Entre éstos se contaban un limonero, un granado, un árbol de nísperos, un naranjo y una planta de laurel, y unas cuantas otras plantas (seguramente especias, como romero y tomillo) que en su momento no pude reconocer y por lo cual no puedo detallar por sus nombres.
Era por los años 60. En esos tiempos era muy cmún que todas las casas de familia tuvieran su propio gallinero y árboles frutales. Años más tarde, durante los 70, por razones de higiene, los municipios prohibieron los gallineros.
Los árboles frutales, por su parte, también fueron desapareciendo, especialmente el níspero y el granado, porque atraían y generaban gran cantidad de bichos no deseados. Solo sobrevivieron el limonero y el naranjo.
Árbol de granadas

Níspero

Sobre el patio había una parra, que tenía el propósito de dar sombra y proteger de la lluvia a los cuartitos que estaban sobre la derecha de la casa. La parra también era común en las casas - daba una uva chinche deliciosa - pero también generaba muchos problemas; hojas, uvas caídas que manchaban el piso, hormigas y... ratas. Así que también fueron desapareciendo las parras, a pesar de que daban una sombra dulce y acogedora y proveían de uvas.
En el lavadero mi abuela guardaba los elementos de jardinería y de la parrilla; allí se guardaban las bicicletas y allí mi abuela solía desplumar los pollos y gallinas con agua caliente en el gran piletón de cemento sobre el cual apoyaba su abultado abdomen. Esto era, obviamente, mientras duró el gallinero. ¡Qué dulces y fantásticos tiempos!
Continuará...

martes, 27 de enero de 2015

Los cuartitos - Parte 1

Cuando era chiquita, cuando tenía alrededor de ocho años, vivíamos en un departamento chiquito, chiquito. Por esa razón pasaba gran parte de mi tiempo libre, ése tiempo que queda después de hace los deberes del colegio, sobre todo por la tarde, o durante los fines de semana, en casa de mis abuelos.
Mis abuelos vivían a la vuelta de mi casa, en la calle Pichincha, en una casa enorme que alquilaban desde siempre.
Cuando digo que la casa era enorme no exagero, porque ocupaba un gran terreno a mitad de la cuadra de por lo menos cincuenta metros de largo.
Tenía un jardín al frente, con una gran planta de violetas en un lado y un limonero en el otro.
Recuerdo claramente la planta de violetas porque muchas veces me pegué un buen susto al toparme con un nido de avispas entre sus ramas mientras recolectaba las mejores violetas. Es extraño lo frágiles que son esas florcitas. Eran numerosas, sí, pero se estropeaban fácil y rápidamente y era difícil obtener una cantidad razonable, como para un pequeño florerito, que estuviera en buenas condiciones, con buen color, buen tamaño y sin manchas.

Enseguida después del jardín estaba la gran casa. Que era una casa remendada, como cuando se van agregando o reformando habitaciones, pero de todos modos grande, sobre todo para mí, que era pequeña.
Tenía una recepción y el dormitorio de mis abus al frente, luego seguía un pequeño dormitorio, insertado como de prepo, que ni siquiera tenía ventana, y un gran living-comedor en el que mi abuela cambiaba constantemente los muebles de lugar. El living-comedor tenía una ventana y una puerta que daban al patio y sobre la derecha había una pequeña cocina con una ventana que daba también al patio.
El patio era eso, un patio grande con galería. Sobre la derecha había una sucesión de tres habitaciones que llamábamos 'cuartitos' y el baño, todo cubierto y protegido por la galería. En una de las columnas de caño de esa galería yo solía jugar a girar y girar, como un remolino, cosa que molestaba mucho a mi abuelo, principalmente porque el techo de la galería era de chapa la columna era de caño hueco, y no era lo que se dice segura. Supongo que mi abuelo tenía miedo de que la galería se viniera abajo en cualquier momento si por mis vueltas en el caño éste se desprendía y se venía todo abajo.
Sobre la izquierda de la casa, desde el jardín y hasta el patio, había un pasillo angosto que comunicaba el frente con el patio sin necesidad de entrar a la casa.
De vuelta a los cuartitos. Porque es muy importante que los describa con más detalle. Eran como tres universos.

La casa de mis abuelos ahora se ve así.
Frente a la casa de mis abuelos estaba, y está aún, el querido Club Círculo de Amigos, donde se solían festejar los carnavales.

domingo, 25 de enero de 2015

Estoy resucitando mis blogs para contar historias.

Uno a veces se propone objetivos definitivamente estúpidos.
Como por ejemplo, escribir una historia por día.
Mi problema es que soy tan inconstante que este tipo de objetivos, de cumplimiento prolongado y continuado en el tiempo, puede durarme muy poco.
Lo cual desemboca en una cantidad importante de proyectos interrumpidos, inconclusos y por lo tanto fracasados o frustrados. Como consecuencia, hay en mí siempre un oscuro sentimiento de frustración que generalmente trato de sanar y olvidar con la creación de un nuevo proyecto.
Sí, es un círculo viciosos que no termina jamás.
Mi angustia y mi frustración solo se ven aplacadas por un insufrible optimismo pragmático crónico.

En la foto, el boulevard que atraviesa Pto Madero, desde los diques hasta la Costanera Sur. Solo por poner una foto linda en el post.

sábado, 7 de julio de 2012

Es buena hora para un poco de música.
(Antes de escuchar, desactivar el miniplayer que figura a la derecha)


Music
Presentación de nuevos temas y covers en LIBARIO, 2 de AGOSTO de 2012. Julián Álvarez 1315, Buenos Aires. 22 hs.

jueves, 19 de abril de 2012

Hoy siento




Hoy siento que mi cuerpo se desarma en mil pedazos que se van desintegrando poco a poco.
Hoy siento que el universo se resquebraja y nada puede hacerse para evitarlo.
Hoy siento que está más lejos que nunca ante una decisión largamente demorada.
Hoy siento que si extiendo la mano toco hielo y que si piso fuerte el piso desaparece.
Hoy siento que el aire pesa y mis pulmones se paralizan.
Hoy siento que detrás de cada mirada está la suya espiándome.
Hoy siento que todo lo que digo o hago llega a su conocimiento, como si fuera invisible y pudiera estar aquí y ahora conmigo sin que yo lo note, y eso le basta.
Hoy siento que ya no hay lucha posible ni esfuerzo ni voluntad que alcance.
Y sin embargo aquí sigo estando, sigo respirando, gastando vida. Sigo.

sábado, 31 de diciembre de 2011

Para el 2012

Deseo este año
poder terminar de grabar mis canciones
y cantarlas
poder verla y hablar
estar de pie aunque todo se derrumbe alrededor
estar juntos
poder verlo y tocarlo
no volver a dormir sola nunca más,
alegrarme y alegrarte,
no angustiarme y no llorar,
desprenderme un poco más
a aprender un poco más,
deseo que estés y estar,
y no quiero nada más.


lunes, 21 de noviembre de 2011

Lo dijo María Elena...



La fallecida compositora argentina María Elena Walsh quiso así alertar, a través de Internet, de la importancia de esta letra:

No nos dejemos arrebatar la ñ.
La culpa es de los gnomos que nunca quisieron ser ñomos. Culpa tienen la nieve, la niebla, los nietos, los atenienses, el unicornio.
Todos evasores de la eñe.
¡Señoras, señores, compañeros, amados niños! ¡No nos dejemos arrebatar la eñe!
Ya nos han birlado los signos de apertura de interrogación y admiración.
Ya nos redujeron hasta la apócope.
Ya nos han traducido el pochoclo.
Y como éramos pocos, la abuelita informática ha parido un monstruoso # en lugar de la eñe con su gracioso peluquín, el ~.
¿Quieren decirme qué haremos con nuestros sueños?
¿Entre la fauna en peligro de extinción figuran los ñandúes y los ñacurutuces?
¿En los pagos de Añatuya cómo cantarán Añoranzas?
¿A qué pobre barrigón fajaremos al ñudo?
¿Qué será del Año Nuevo, el tiempo de ñaupa , aquel tapado de armiño y la ñata contra el vidrio?
¿Y cómo graficaremos la más dulce consonante de la lengua guaraní?
"La ortografía también es gente", escribió Fernando Pessoa. Y, como la gente, sufre variadas discriminaciones.
Hay signos y signos, unos blancos, altos y de ojos azules, como la W o la K. Otros, pobres morochos de Hispanoamérica, como la letrita segunda, la eñe, jamás considerada por los monóculos británicos, que está en peligro de pasar al bando de los desocupados después de rendir tantos servicios y no ser precisamente una letra ñoqui.
A barrerla, a borrarla, a sustituirla, dicen los perezosos manipuladores de las maquinitas, sólo porque la ñ da un poco de trabajo. Pereza ideológica, hubiéramos dicho en la década del setenta.
Una letra española es un defecto más de los hispanos, esa raza impura formateada y escaneada también por pereza y comodidad.
Nada de hondureños, salvadoreños, caribeños, panameños. ¡Impronunciables nativos!
Sigamos siendo dueños de algo que nos pertenece, esa letra con caperuza, algo muy pequeño, pero menos ñoño de lo que parece.
Algo importante, algo gente, algo alma y lengua, algo no descartable, algo propio y compartido porque así nos canta.
No faltará quien ofrezca soluciones absurdas: escribir con nuestro inolvidable César Bruto, compinche del maestro Oski. Ninios, suenios, otonio.
Fantasía inexplicable que ya fue y preferimos no reanudar, salvo que la Madre Patria retroceda y vuelva a llamarse Hispania.
La supervivencia de esta letra nos atañe, sin distinción de sexos, credos ni programas de software.
Luchemos para no añadir más leña a la hoguera dónde se debate nuestro discriminado signo.
Letra es sinónimo de carácter. ¡Avisémoslo al mundo entero por Internet!
La eñe también es gente.
María Elena Walsh