lunes, 8 de agosto de 2011

Los Partidos Politicos según Maurice Duverger-

Duverger elabora una tipología sistemática estudiando los partidos desde la perspectiva de su organización interna (atendiendo a su estructura) y desde la de su organización externa (atendiendo a las relaciones entre los partidos que existen en una misma nación). Con respecto a la estructura interna de los partidos, dicho autor distingue entre partidos de cuadros y partidos de masa. Ejemplos de partidos de cuadro son, en Europa: los actuales partidos liberales, conservadores y radicales; y en EE. UU. el partido demócrata y el republicano. En los partidos de cuadros la participación del adherente o miembro es muy pequeña y su cantidad reducida. «La cualidad de sus miembros importa más que su cantidad; se busca sobre todo el prestigio que confiere autoridad moral, o la fortuna con la que se cubren los gastos de propaganda» (Introduction á la politique, 185). De organización débil y autonomía amplia, y agrupados sus miembros en circunscripciones locales, puede decirse que los partidos de cuadros agotan sus funciones en las estrictamente electorales y parlamentarias. Los partidos de masas implican, en cambio, una participación popular amplia y efectiva y no responden sólo a exigencias electorales (financiamiento de campañas a líderes no ricos, etc.). Duverger incluye bajo la rúbrica de partidos de masas a los partidos de tipo socialista, comunista y fascista, y asimismo, con matices, a algunos partidos demócrata-cristianos (v.).

      Duverger califica finalmente de tipos intermedios (ni de masas ni de cuadros) a los partidos indirectos y a los de países subdesarrollados. En los partidos indirectos (p. ej., el laborista británico en sus comienzos, 1900) los ciudadanos no se adhieren directamente al partido, sino sólo a través de otras organizaciones (sindicatos-mutuas, cooperativas, asociaciones intelectuales) que son verdaderos miembros colectivos del partido. Hoy el partido laborista británico tiene no sólo miembros colectivos, sino también individuales, constituyendo -según la terminología del profesor francés- una yuxtaposición de partido indirecto y partido de masas clásico. Respecto a los partidos de países subdesarrollados conviene señalar: a) la gran distancia social e intelectual existente entre los miembros de la élite directiva del partido y la inmensa mayoría de los adherentes. b) «El encuadramiento político moderno se superpone a tipos tradicionales de encuadramiento social» (pertenencia a tribus, religiones, sociedades secretas) sin suprimirlo, «al contrario, los transfigura a menudo, sacando de ellos su fuerza principal» (Duverger, Introduction á la politique, 1895). c) La gran importancia, a la hora de lograr la cohesión del partido, del liderazgo personal.

      Sistemas de partidos. Atendiendo al número de p. y las relaciones de prepotencia entre ellos, hablamos, siguiendo la terminología de Duverger, de diferentes sistemas de partidos. Así, podemos distinguir sistemas pluralistas de partidos y sistemas de partido único, entre los cuales el autor citado intercala los sistemas de partido dominante. Ciertamente, los límites entre los sistemas no son muy definidos y así un bipartidismo flexible (p. ej., sin disciplina de voto, como el de los EE. UU.) puede asemejarse a un multipartidismo moderado, y una práctica de alianzas en el multipartidismo puede hacernos creer que estamos en un bipartidismo.

      Como sistemas pluralistas de partidos podemos encontrarnos con el multipartidismo extremo (número muy elevado de partidos, como en la España republicana); el multipartidismo moderado (el sistema tripartito belga), y el sistema bipartidista, en el cual las dimensiones de los partidos pueden asegurar o imposibilitar la alternancia en el poder. Para Sartori, el bipartidismo es la solución más segura. «Por una parte, se beneficia del estímulo que ofrece el turno en el poder y la responsabilidad de la oposición»; por otra, «dificulta la ideologización de las posiciones e impide así la polarización del sistema» («Rev. de Estudios Políticos», 147-148, 62). En cambio, el multipartidismo extremo y centrífugo «es la más insegura y menos viable de las soluciones, ya que no se beneficia del estímulo de una oposición responsable y, por otra parte, se ve ampliamente paralizado por la inestabilidad del Gabinete, por la heterogeneidad de las coaliciones gubernamentales y por la presencia de partidos anti-sistema que sustituyen la competencia política por la «inflación irresponsable» (ib. 62).

      Duverger explica la existencia de bipartidismo o multipartidismo, atendiendo a tres series de factores: a) socioeconómicos; b) histórico-culturales, y c) de carácter técnico: el régimen electoral. La realidad socioeconómica que subyace en el bipartidismo del S. XIX es la de un conflicto entre aristocracia (partido conservador) y burguesía (partido liberal). El desarrollo industrial, al provocar la aparición del proletariado (v.), dio lugar a partidos socialistas y otros. El partido liberal oscilará entre adherirse a las nuevas fuerzas, agruparse al partido conservador para defenderse de ellas o permanecer como tercer camino ante la alternativa.

      Las peculiares condiciones culturales, políticas, étnicas o regionales de un país deben tenerse en cuenta a la hora de explicar su sistema político. Holanda, p. ej., ha visto aumentada la variedad de su espectro político por motivos religiosos (conservadores católicos, protestantes y cristiano-históricos). La peculiar historia política de Francia explica asimismo la triple división de los conservadores en la segunda mitad del S. XIX: legitimistas, orleanistas y bonapartistas.

      El régimen electoral (v. ELECCIONES) tiene asimismo su importancia en la configuración de un determinado sistema de partidos. Un cierto mecanismo electoral no genera automáticamente el sistema de partidos pretendido, pero sí parece frenar o impulsar en un determinado sentido. Sólo con estas matizaciones ha podido señalarse que: 1) el escrutinio mayoritario favorece el bipartidismo; 2) la representación proporcional tiende al multipartidismo; 3) el escrutinio mayoritario a dos vueltas tiende a un multipartidismo templado por las alianzas. Sin embargo, no hay que olvidar «que la influencia del régimen electoral es secundaria con relación a la de los factores socio-económicos e incluso a la de los factores culturales» (Duverger, Introduction á la politique, 200).

      Respecto al sistema de partido único, que se da, p. ej., en los regímenes comunistas y fascistas, señalemos que es instrumento idóneo de dictadura; se caracterizan por su estructura centralista y disciplinada, y por la rigidez ideológica. Además, existen ejemplos de partido único, como el partido Republicano del Pueblo de Turquía o la Unión Nacional portuguesa que de algún modo no pueden ser calificados ni como comunistas ni como fascistas respectivamente. Advirtamos, con S. Neumann, el cualquier caso, que «un sistema monopartidista (el «partido único») es una auténtica contradicción conceptual. Lo que hace de una organización política un auténtico partido es la coexistencia de, al menos, otro grupo competitivo».

      Importancia especial tienen las tendencias a la colaboración y el agrupamiento entre partidos de la misma ideología, aunque pertenecientes a diversos países. Las Internacionales de los partidos han tenido singular relieve en el campo socialista y comunista. Como dice S. Neumann, «Las Internacionales de todos los colores han basado su estrategia en la esperanza de que se producirá una conducta clasista por encima de las fronteras nacionales» (o. c., 628).

      Un aspecto que no se puede olvidar del p. p. lo constituye su tendencia oligárquica (v. OLIGARQUÍA) que es un reto planteado a la teoría y la praxis políticas para conseguir la superación democrática de esa nefasta tendencia. Robert Michels formuló en 1911 el problema en su famosa «ley de hierro de la oligarquía» (v. OLIGARQUÍA II): «La organización es la que da origen a la dominación de los elegidos sobre los electores, de los mandatarios sobre los mandantes, de los delegados sobre los delegadores. Quien dice organización dice «oligarquía» (Los partidos políticos, 13). Lipset comenta así este párrafo: «El hombre moderno, según Michels, se enfrenta con un dilema sin solución: no puede tener grandes instituciones, tales como Estados nacionales, gremios, partidos políticos, etc., sin ceder el poder efectivo de los pocos que ocupan los cargos superiores de esas instituciones». Por ello tienen gran importancia cuantos esfuerzos se hagan por asegurar dentro del partido la democracia (v.). Debe permitirse a todos los afiliados la participación en la configuración de la voluntad de la organización: participación a todos los niveles e instrumentada en debate público. La base ha de tener, asimismo, control efectivo sobre la información y las fuentes de ingreso del partido.

      Por otra parte, «los dirigentes y cuadros del partido deben de ser sometidos al control de los militantes, los cuales deben de tener el derecho de revocarlos en todo momento» (Franz Neumann, en Abendroth y Lenk, o. c. en bibl., 268).

 
 

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Maurice Duverger - (Angulema, 1917) Sociólogo y politicólogo francés. Profesor desde 1955 en la Sorbona, director de la división de ciencia política de la universidad de París-I hasta 1975 y director, junto con G. Duby y E. Leroy-Ladurie, del centro de análisis comparativos de los sistemas políticos. Ha prolongado su labor docente con una abundante producción escrita dedicada al estudio sociológico de los fenómenos políticos: Les partis politiques (1951), De la dictadure (1961), Introduction à la politique (1964), Méthodes de Sciences sociales (1961), De Fanus: les deux faces de l'Occident (1972), que es un análisis de la crisis de las sociedades industriales occidentales, y L'autre côté des choses (1977), autobiográfica. En tre sus últimos títulos cabe citar La liebre liberal y la tortuga europea (1992), Europa de los hombres (1995), Métodos de las ciencias sociales (1996) e Introducción a la política (1997).


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1 comentario:

El GaTo En lA LuNa dijo...

Muchas gracias por el articulo, muy bueno, de mucha ayuda y valor academico.