Los hombres le admiran y temen acercársele.
Las mujeres (salvo las amigas - pocas pero buenas - que le quieren profundamente) le detestan y le envidian.
Ambos, hombres y mujeres le ven como una amenaza.
Unos a su independencia, a su autonomía, a su seguridad, a su capacidad de autodeterminación, a su testosterona y alguna otra cosa más que no puedo ni entender ni imaginar.
Las otras a sus afectos, a sus posesiones morales y afectivas, a su integridad espiritual, por lo que tienen y por lo que no tienen, y a no sé qué más, pero como una amenaza al fin.
¡Gentes, vivan en paz! No es una amenaza para nadie más que para sí mismo.
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